Por SAIGON ART MAG 23 de octubre de 2025
El stand de la galería Pradiauto en Estampa se trataba de una instalación de doscientas palomas recortadas, más una pieza enmarcada. La idea parte del acontecimiento viral ocurrido en la Plaza de San Pedro el 6 de enero de 2014, cuando, por motivo de la invasión rusa de la región de Crimea, el papa Francisco, junto con dos niños y como símbolo de la paz, soltó dos palomas blancas, que inmediatamente sufrieron el ataque de un cuervo y una gaviota, casi como una premonición de que los años que venían no iban a ser de paz.
Rubén Ojeda se vale de esta anécdota para recuperar la tradición antigua que relaciona las aves con el augurio, pero, sobre todo, lo que intenta hacer, teniendo en cuenta la escalada de la violencia a nivel global, es liberar a las palomas de su carga simbólica como portadoras de paz, para convertirlas en algo mundano. En este sentido, recurre a la historia para recordarnos que las palomas se propagaron por el mundo a causa del colonialismo, y esto se relaciona con el segundo bloque conceptual de la instalación, que es cómo se percibe la figura de Cristóbal Colón (Columbus significa “paloma”) en ambos hemisferios: representa la misma persona la figura de un héroe para unos y un villano para otros. En este sentido, la instalación cierra con una foto a vista de pájaro de la estatua de Colón en Barcelona, que está siempre cubierta de caca de paloma.
La instalación se cierra con la reproducción en pólvora de la bandera de la Unión Europea sobre el suelo del stand; esto, como ilustración de cómo esta institución, en su origen, tenía la paz como objetivo, pero el proyecto europeo ha fracasado desde dentro. Por eso le dieron fuego a la pólvora, quedando las estrellas grabadas en el suelo del pabellón de IFEMA.
No es la primera vez que Rubén Ojeda utiliza la pólvora para grabar imágenes en el espacio; ha intervenido anteriormente espacios como el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, la Embajada de México en España, un cuartel militar en Madrid, las orillas del Castillo de Chillon en el Lago Léman y la antigua casa de Diego Rivera en México.
Esta forma de experimentación entre el espacio y el material funciona, en su discurso, como elemento conductor de los tres ejes principales de su trabajo, que son: el lenguaje, la memoria y la deuda. Con esto, trata de ejecutar una obra provocativa y contracultural con la que explora los entresijos del devenir histórico.
El resultado es provocativo y contracultural: explora las contradicciones del devenir histórico y los mecanismos del neoliberalismo.
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